63-79: El Manresa torpedea la moral del Gran Canaria
04/03/2012

Los amarillos caen derrotados en casa y ensombrecen su futuro en la liga Endesa

Alvarado defiende a Hernández. (ACB-Photo)El Gran Canaria recibe un duro golpe a su moral en un momento clave de la temporada. Cuando todo apuntaba a la ilusión, aparentemente con el rumbo corregido y la creencia de que todo iba bien, se produce la victoria en casa con un revalorado Manresa (63-77). Se frustró la fiesta de bienvenida a Zabian Dowdell; y las zapatillas fosforescentes de Savané dejaron de ser talismán en la misma semana en la que Beirán celebraba su renovación dos temporadas más en el club insular. El Centro Insular de Deportes terminó por sufrir un impacto brutal; y los amarillos acomenten el futuro mirando a sus talones más que hacia la zona noble de la Liga Endesa.

Derrota sin paliativos para el Gran Canaria. El Manresa fue en todo mejor que los isleños y endosó a los amarillos un serio correctivo que en muchas ocasiones es preferible a otras derrotas más balsámicas. Sin embargo, la lectura algo más profunda es la nueva mala imagen del ataque amarillo en un alto porcentaje del tiempo del partido. Con pésimos porcentajes de acierto en el tiro durante la primera mitad, sólo hubo un pequeño ‘oasis en el desierto' para los insulares en los primeros compases, cuando se superó la primera ofensiva visitante (0-5) con la inspiración en ataque de Marquez Haynes.

Fue un espejismo en el partido, que llevó al Gran Canaria a tener una renta de siete puntos (14-7) a los cinco minutos y medio del primer cuarto. En ese instante, Pedro Martínez le dio la alternativa a su nuevo fichaje, Zabian Dowdell, y coincidió su aparición en el Centro Insular de Deportes con un primer bache ofensivo de los amarillos que aprovechó el Manresa para poner tierra de por medio en el marcador (16-26).

Esa desventaja local fue administrada por los catalanes con suma destreza. Mejorando a los amarillos en todo excepto en el rebote, el descanso dejaba un panorama sombrío (30-42) en el que las vibraciones no eran del todo halagüeñas para los representantes insulares. Y no sólo se confirmó eso con el paso de los minutos tras el regreso de los vestuarios; sino que se agravó y por momentos anunciaba un desastre total.

Diluida su capacidad ofensiva, con la suerte del lado manresano; y el aro escupiendo una y otra vez los cada vez más forzados lanzamientos locales, el Gran Canaria se quedaba atrás notablemente y las diferencias llegaban a alcanzar hasta los 25 puntos (44-79). No había nada que hacer entonces. Sólo había que apelar a la casta y al orgullo para que la nave no se hundiera aún más en un abismo del que salir es casi imposible.

Alvarado entendió bien esa necesidad y pese a su juventud cargó con la responsabilidad de no dejar caer la moral de la tropa. El Gran Canaria no logró entonces mejorar en mucho el marcador, pero si evitó la caída precipitada de los minutos anteriores e incluso se ganó una despedida cariñosa de una buena parte de sus seguidores.


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