Las Palmas, con diez por expulsión de Corrales, saca sus escudos durante una hora para proteger el solitario gol de Jonathan Viera y anular la desventaja numérica
La UD Las Palmas sacó adelante un encuentro comprometido, que debió afrontar durante más de una hora con un jugador menos tras la expulsión de Enrique Corrales. Los amarillos sacaron sus escudos para proteger los dominios de Mariano Barbosa y también el solitario gol que, a los siete minutos, había anotado Jonathan Viera. Lo hicieron multiplicándose en tareas defensivas y desplegando luego un contragolpe letal que pudo incrementar la mínima renta. La victoria deja las cosas como estaban antes de la jornada y apaga una pseudocrisis inducida que no tenía raíces.
El esfuerzo que ofrecieron este domingo los jugadores de Juan Manuel Rodríguez fue loable agotando todo el combustible, luego de que en el inicio del partido Las Palmas fuera quien confeccionó las primeras ocasiones hasta fructificar en el 1-0 con el acierto de Viera desde el borde del área. Todo estaba encarrilado e, incluso, al Nástic se le cegaban las ideas cada vez que cruzaba el centro del campo por la predisposición al combate de los jugadores canarios.
Pero una jornada más se volverá a hablar del colegiado y algunas de sus decisiones. El listón de las cartulinas amarillas quedó muy bajo desde el comienzo, aunque las tarjetas al expulsado Corrales resultaran sin embargo proporcionales. Y porque en el minuto 20 López Acera ingnoró un derribo de Rodri en el área a Vitolo, luego de que el hábil grancanario sorteara al defensa con cintura. La reclamación canaria cayó en el vacío.
Las Palmas, con diez desde el minuto 28, desplegó a sus jugadores en una Línea Maginot camino de Barbosa. El Gimnastic, en cambio, sacrifició una pieza defensiva (Mingo) e introdujo a Morán para incrementar su dominio en la parcela canaria. Durante un gran puñado de minutos los grancanarios se atrincheraron sacudiendo hasta la lejanía todas las iniciativas visitantes. Barbosa, en última instancia, abortó varios remates de Peragón y Abalo en las más incisivas aproximaciones del Nástic.
El partido volvió a cobrar sentido para el sacrificado conjunto isleño en la segunda parte, cuando pudo al fin desplegar rápidos contragolpes aprovechando el desorden de su rival. David González lanzó al poste uno de ellos, Vitolo cruzó unos centímetros más de la cuenta otro y finalmente Quiroga encontró en la pierna de Mairata el último obstáculo antes de batir a Rubén Pérez. El hipotético segundo gol habría sido el premio más justo a tan extraordinario desgaste colectivo. El público asistente así lo supo valorar porque se consiguieron tres puntos con mucho olor a permanencia, la prioridad que aún no se altera entre los sensatos.
Manuel Borrego
Besos de Jonathan Viera a la grada, tras el gol. Le acompaña Corrales (Fernando Sánchez)