Tras la tarjeta roja a Pignol, el equipo isleño pierde el rumbo de un partido soporífero y se desploma frente a un inconsistente Alcoyano
Un encuentro que iba para ninguna parte acabó con un severo castigo. La decimotercera expulsión en la Liga, esta vez a Pignol (una de las tarjetas es inexplicable), dejó a la UD en manos de un conjunto débil que se creció en el terreno de juego para doblegarle. Este contratiempo resultó suficiente como para que el conjunto grancanario desapareciera de El Collao como obra de Houdini, en un choque en el que al menos combatía para tratar de arañar algún punto de interés que añadir a su cómoda clasificación actual.
Pero Las Palmas recibió ese mazazo y luego el siguiente. Porque precisamente por aquel sector fue por donde se fraguó el gol que encaminó al Alcoyano hacia la victoria. Antes, se había desarrollado una intensa hora de fútbol de desgaste, con un juego desordenado que ninguno de los conjuntos había logrado enderezar. No obstante, las mejores intervenciones fueron de Barbosa, que en una acción de estrategia y en una incursión aislada puso el candado a sus dominios y prolongó el 0-0 en el marcador.
Cuando parecía que Las Palmas despertaba de su siesta y después de protagonizar la acción de peligro más importante del encuentro (cabezazo de Juanpe al larguero) se produjo la segunda amonestación a Pignol. Y todo cambió. Llegó el gol de astucia de David Torres y, sin apenas tiempo a digerirlo, una galopada de Álvaro por la derecha no encontró obstáculo hasta establecer el sorprendente 2-0 a favor local.
Pero esta vez no hubo reacción. Las Palmas se quedó helada y no encontró una sóla fisura por donde poder maquillar el sonrojante marcador adverso. Partido archivado; toda Nástic.