Un gran gol suyo de falta directa en el minuto 96 culmina la remontada grancanaria frente a un Guadalajara que puso contra las cuerdas a los amarillos
Jonathan Viera le dio sentido a una tarde laboriosa de toda la UD Las Palmas, que pasó enormes dificultades para superar al Guadalajara (3-2) en uno de los más amenos encuentros presenciados de las últimas temporadas en el Estadio de Gran Canaria. No ya por el desenlace final de su argumento, pues la remontada local se produjo cuando el reloj había cruzado la frontera del minuto 90, sino por la fluidez con la que ambos conjuntos llegaron a generar multitud de ocasiones en ambas porterías.
Viera es un jugador distinto. Apenas tuvo presencia durante todo el choque escorado en la banda y perseguido por una defensa escalonada y atenta a su juego virtuoso. Apareció, sin embargo, cuando el partido estaba lanzado y lo certificó en un libre directo que golpeó el poste primero, la espalda del portero Saizar después, para acabar entrando el balón lentamente tras la línea de gol. La explosión de alegría en ese instante del 3-2 fue muy emotiva pues los amarillos habían logrado superar a un conjunto que pasó por el Estadio de Gran Canaria recibiendo un cruel castigo final que no se ajustaba a sus méritos. Pero el fútbol no es una meritocracia sino un compendio de conceptos que sólo tienen valor cuando se le añade la palabra gol.
El partido careció de control desde sus orígenes. En cuatro minutos hubo cuatro ocasiones en ambas porterías. Las Palmas fue la que golpeó primero, en una acción combinada de Guerrero y Quiroga, con lanzamiento del argentino que rechazó el meta Saizar. Venía en carrera Vitolo y sobre la marcha enganchó el 1-0. Pero la respuesta del Guadalajara fue de equipo elaborado, con personalidad. Presionó en todos los sectores del campo donde los amarillos iniciaban su fútbol. Se multiplicaban las camisetas violetas, que nublaban la vista de David González y, especialmente a Viera. Y, a partir de ahí, avanzó el balón con correcto criterio colectivo acordándose de las bandas.
En esa intensa fase de desgaste Barbosa y su colega Saizar firmaron notables intervenciones hasta que, antes del descanso, Ernesto cruzó una falta que sin rematador se coló hasta el fondo del portal canario. A ese primer contratiempo no supo responder el equipo local que sintió una tenaza cada vez que el balón caía en sus botas, mientras el adversario crecía sacudiéndose cualquier señal de neófito en la categoría.
Y tanta fue su osadía que logró ponerse delante en el marcador y teñir el ambiente de la segunda parte de una desazón isleña, porque Las Palmas no era capaz de sacudirse su dominio y presión. Juan Manuel optó por mover ficha antes que Terrazas y acertó a romper los parámetros en los que el partido se desenvolvía. Una vez más el técnico canario sacrificó un lateral (Corrales) para incrementar piezas en el centro del campo. La entrada final de Portillo en el doble ariete incrementó todas las dudas a la defensa alcarreña. Además, en Dani Castellano y Roque encontró la UD la dosis de combatividad que algunos de sus componentes no exhibían en el campo de batalla antes.
Las Palmas sufrió una metamorfosis positiva a medida que se acercaba el final y, por contra, su rival creyó que en la trinchera iba a proteger tan jugosa renta. Saizar se convirtió entonces en el mejor visitante, con varias intervenciones escalofriantes, en especial a lanzamientos de Portillo y Javi Guerrero cuando el gol brotaba en los labios de los aficionados canarios. Y en medio del asedio, el colegiado señaló penalti por supuesto toque con la mano de Barral en el minuto 91. David González marcó el empate pero, convencido de que la remontaba estaba al alcance, no celebró el gol. Corrió a buscar el balón para el saque de centro. Jonathan coronó más tarde la cumbre del éxtasis.
Manuel Borrego
Guerrero llega muy justo al remate a puerta vacía, pero el balón se pierde por el lateral de la portería (C. Torres)