Nada que objetar a la nueva derrota cosechada por la UD Las Palmas en el partido de apertura de la segunda vuelta de la competición. Los amarillos (perdón rojos) sucumbieron en un encuentro en el que estuvieron ausentes desde el minuto 1 al 90; defendiéndose ante un rival que se apoderó de todas las parcelas del campo y que mereció un resultado aún más amplio que el 3-1 final. No ocurrió así porque Barbosa tenía la tarde, porque no estuvieron inspirados en el descabello y porque esta vez el colegiado del encuentro le regaló un gol a Las Palmas en flagrante fuera de juego de Portillo, que al menos sirve para salvar los muebles en hipotético empate final con el Alcorcón, puesto que equilibra el average general entre ambos conjuntos (2-0 en el Gran Canaria). Pero todo ello es el objeto de la búsqueda de la botella medio llena, porque en realidad lo ofrecido por el conjunto de Juan Manuel Rodríguez este sábado ofrece un vacío de contenido general.

En Las Palmas no se alineó Jonathan Viera, algo que no es inédito en la historia de estas dos últimas temporadas. Pero sin su estilete el equipo grancanario perdió todos los instrumentos de navegación. No encontró en balón, casi siempre en botas enemigas, y en el repliegue ofreció descoordinación aprovechada por el rival madrileña. La actuación de Barbosa, con su prodigiosa mano, salvó no obstante el mobiliario porque el marcador pudo ser más contundente.

Es anecdótico que el Alcorcón finiquitara la contienda a balón parado en tres ocasiones, con un libre indirecto preciso de Sergio Mora, una jugada de estratagia ejecutada con cirujía y el penalti condenatorio del 3-0. En combinaciones, en cambio, el equipo de Anquela se mostró superior y generó un buen puñado de oportunidades que pudieron servir para hacer mayor la herida.

Fue una tarde para olvidar, sin intensidad ni intención, sin el espíritu necesario para combatir cualquier adversidad. La segunda vuelta empieza mal; empieza de nuevo el trabajo de Juan Manuel para recomponer este desaguisado.