Tras su fugaz paso por Las Palmas, Lamela regresó al Quilmes, club de procedencia. Su progresión se abortó y dejó el fútbol a los 23 años de edad aburrido por las lesiones
(Reportaje publicado por Manuel Borrego en La Provincia, en 2008)
Han pasado más de veinticinco años desde que un joven espigado y de llamativa melena pelirroja, procedente del Quilmes Atlético Club, llegó a la Unión Deportiva Las Palmas como refuerzo invernal. La etapa de Marcelo Claudio Lamela en el club de Pío XII fue breve: tres partidos de Liga en los que anotó un gol (al Castellón) pero el astro que le iluminaba se eclipsó.
Pasado el tiempo, Lamela es hoy un padre feliz de cuatro hijos, agente de seguros y los sábados por la noche desarrolla su pasión por el rock inglés en la emisora de Buenos Aires KSK Radio, junto a su amigo Gus Giorgi. El nombre del programa es Por instinto. Tras el micrófono ha encontrado un refugio de expansión: "No vivo de la radio, que es un medio apasionante. Pero hoy llevamos un año al aire y con ganas de más", dice.
SU OPORTUNIDAD
En la actualidad, Lamela ya ha cumplido los 44 años de edad. Ya no exhibe la melena con la que aterrizó en Gran Canaria y que le caracterizaba. Es un hombre maduro, que bien podría confundirse con uno de los turistas nórdicos que visitan el Archipiélago. Advierte que desde que regresó a Buenos Aires ha visitado un par de veces Europa, pero nunca tierra canaria. Sin embargo, admite también tener ya deseos de volver algún día.
Y es que recuerda su etapa en la Unión Deportiva Las Palmas como la oportunidad malograda como futbolista profesional: "El público canario nunca vio el jugador que yo era". Tiene razón. En realidad, su fichaje fraguó a finales de 1983, anticipándose Las Palmas en la gestión al Estudiantes de La Plata. Marcelo llegó en plena competición española, coincidente con la etapa del parón de su país. Vino fuera de forma pero en Las Palmas había prisas porque el agente que lo ofreció al club canario, Enzo Genoni, aseguró a la directiva de la entidad amarilla que "está capacitado para resolver problemas de inmediato en la Liga española". Pero la frase que más expectativas generó la pronunció su propio padre, quien le acompañaba en el viaje a España. Al bajar del avión, don José Lamela dijo: "Es mejor que Maradona" ... y todos los periódicos reflejaron en titulares tal aseveración. Demasiada presión para un chico de 19 años.
En los días posteriores a su llegada, Lamela notó elogios en torno a su persona, sin haber alcanzado el debut. Tras éste, advirtió en cambio un ambiente de decepción: "Las críticas pudieron ser justas pero apresuradas, teniendo en cuenta mi edad (...) extrañaba mi mundo y sentí que debía volver".
PREMATURA RETIRADA
Y así fue. En realidad, tuvo que volverse a levantar tras su aciaga etapa en Las Palmas. Lamela regresó al Quilmes, club de procedencia, recuperó su nivel de juego, se casó y cuando mejor estaba "un jugador uruguayo que estaba a prueba en el equipo, cuyo nombre ya no recuerdo, me fracturó el peroné en un entrenamiento". Fue el preludio de su baja en el club cervecero. Tras recuperarse, militó en el Villa Mitre (Bahía Blanca), pero otra lesión de rodilla rescató sus deseos de abandonar el deporte. Corría 1987 y "a los 23 años, para mis propias expectativas (altísimas desde que arranqué a jugar al fútbol), era demasiado tiempo el que había perdido. No habría soportado, como hicieron otros, aferrarme al fútbol a cualquier costa y jugar en cualquier lugar", sentencia.
Lamela se retiró pero, quizá también por instinto, encontró la onda de la felicidad en un espacio donde no tendrá que preocuparse cómo vienen sus cartas.