Las Palmas, con diez desde el minuto 17, supera al Alcoyano con la casta de un equipo que combatió contra su adversidad y con el talento de Jonathan Viera, que convirtió en oro la oportunidad que se fabricó en el minuto 88
Las gradas se iban despoblando poco a poco, bañadas por la resignación y la impotencia. Otra vez la UD Las Palmas había afrontado 73 minutos en inferioridad numérica, luchando contra la adversidad de una expulsión rigurosa, protestada y lesiva: la de Diego Herner, a los 17 minutos de juego. La batalla había sido amplia, pero sin premio. El desgaste de los encorajinados jugadores amarillos había puesto el indicador del combustible en la reserva, anunciando el fin de una lucha sin botín. Pero el balón seguía en el área del Alcoyano, atrincherado también para proteger un empate de prestigio ante rival ilustre. El aroma a frustración por segunda vez no permitía observar que sobre el campo todavía quedaba talento, aunque aderezado por la brega necesaria para la Segunda División. Por eso apareció Viera a rescatar un balón perdido, con el físico tocado por la dura pelea pero la mente fresca, como los artistas. Robó el balón y definió el partido con la categoría de una estrella. Quedaban apenas dos minutos y el niño (que ya no lo es) le hacía la trastada del día al Alcoyano.
Las Palmas ganaba un encuentro que parecía imposible, afrontándolo durante más de una hora con un jugador menos, pero resolviendo cada una de las ecuaciones tácticas que la contienda desarrollaba. Mientras Javi Castellano estuvo situado en el centro del campo, ocupando una gran parcela, el equipo canario tenía capacidad alta de recuperación y de ingresar en las inmediaciones de la portería rival. Cuando Juan Manuel optó por situarle como central para tapar el vacío dejado por Herner, los amarillos cedieron parte de su dominio pero se empeñaron en jugar con incursiones sorpresivas. El acierto de Las Palmas fue sobreponerse anímica, física y tácticamente a su condición adversa; el error del Alcoyano -disciplinado y combativo, pero escasamente creativo- fue no encontrar soluciones para hacer notar su dominio numérico, que no futbolístico.
El partido, sin embargo, transcurrió con impulsos y con ocasiones contadas. Maestro abortó la primera de Sergio, que fue benévolo a la hora de la definición lanzándole al cuerpo. Y Barbosa respondió más tardes con dos salidas a lo Fillol, ante llegadas verticales del incansable Paco Esteban y Gato. Los cambios de Las Palmas modificaron más cosas en el encuentro que los del Alcoyano. Pedro Vega generó algunos centros hacia la posición de Quiroga, cuya presencia en el ariete obligó a los centrales a mantener un estado de vigilancia constante; pero lo que realmente mantuvo la esperanza en alto es que los amarillos seguían batiéndose en cada balón y no dudaban en cruzar el centro del campo con varios efectivos en todas sus jugadas. En la segunda parte pudo llegar el gol en varias acciones combinadas que no tuvieron un remate certero, salvo este nuevo Jonathan Viera que roba, distribuye, intimida y marca. ¡Qué alegría para la vista!.
La victoria, tal como se fabricó, es una inyección de moral a un equipo que, curiosamente, sigue sin conocerse en profundidad tras dos jornadas que ha debido encarar víctima del voluble criterio de los colegiados. Las Palmas, con once, sigue siendo una desconocida en el presente campeonato. Con diez, gusta y mucho su rebeldía.
Manuel Borrego