Javier Lorenzo, luchador juvenil invidente del Adargoma, disfruta con el deporte sin alterar sus prioridades. Y no encuentra obstáculos en su vida: esquí, rapel, parasailing, karting, vela, ... "esto no ha hecho sino comenzar. Quiero probarlo todo"
Javier Lorenzo (Las Palmas de Gran Canaria, 12 de noviembre de 1993) no tiene un ritual de entrada a la arena de un terrero. Acude limpio, sin prejuicios. El bregador juvenil del CL Adargoma espera paciente en la orilla del círculo y, cuando recibe la autorización del colegiado, camina directo sin titubeos, al encuentro de su rival. Busca el calzón y la mano de su oponente para empezar la luchada. Su invidencia desarrolla en él otras percepciones: a través del tacto realiza el control de la brega, sugiere un constante cuerpo a cuerpo lleno de ataduras porque necesita tener cerca a su oponente para derribarle. "Mi mejor maña quizá sea la cadera", advierte. "Javi es un elemento muy complicado de derribar porque da la impresión que adivina casi siempre lo que va a hacer el adversario" advierten sus mentores del club de Pedro Hidalgo.
A punto de ingresar en la mayoría de edad, Javier Lorenzo ofrece una madurez admirable cuando habla de las puertas que se abren a su paso. Puso en el Adargoma como condición para entrenar y competir el anteponer sus obligaciones estudiantiles: "lo hice porque era una temporada muy importante en mi vida. Los estudios pasaban a exigir mucho y tengo claro que están antes que la lucha, que es mi vocación deportiva". Este año no ha podido prepararse a fondo en el deporte porque tenía ante sí el reto de aprobar la PAU y prepararse para combinar de manera conjunta Administración de Empresas y Derecho en el próximo curso. Es consciente que su espacio deportivo se acorta porque ahora llegan las curvas de la madurez, pero no por ello se cierran sus caminos. La lucha canaria se incorporó a su vida cuando tenía once años de edad. Fue una actividad iniciada en el colegio Pintor Manolo Millares, desde donde se enfundó la ropa de brega de los filiales del Adargoma. "Mis prácticas anteriores eran de música -tocaba teclados- y también kárate, con Gloria Casanova en la Ciudad Deportiva Gran Canaria. Incluso natación, para corregir un desvío en la columna. Pero la lucha me sedujo desde el primer momento", comenta.
Recuerda que su compañero Zeus le recibió en el Adargoma con los brazos abiertos "desde el primer día. Tuvo mucha paciencia conmigo, enseñándome todas las mañas. Yo tenía once años y pronto empecé a tirar rivales". Dice Javier no tener especial admiración por luchadores, aunque "el Pollito de La Frontera era el que impresionaba a todo el mundo cuando yo me iniciaba. Pero tengo una devoción personal hacia Miguel Hernández, mi compañero en el equipo juvenil. Ha llegado muy alto y todavía puede avanzar mucho más. En Gran Canaria no hay un juvenil que le tumbe".
De los rivales a los que se ha enfrentado, Javier Lorenzo señala a Ismael Déniz (Victoria de Tenerife) como el más encontrado. "A casi todos les conozco bien", apunta. "Hoy me han tirado con una cogida de muslo. En realidad no me han sorprendido: me lo esperaba porque yo estudio a todos mis rivales. No estoy en la mejor forma posible porque este año he reducido el tiempo de entrenamiento. En temporadas anteriores era yo el que llevaba a tierra a muchos rivales. La lucha es así".
Javier Lorenzo mide 1.88 y pesa 90 kilos, aunque "mis entrenadores me recomiendan coger un poco de peso para competir. Eso está complicado". Su estilo de vida no conoce obstáculo alguno: "Siempre he pensado que la invidencia no iba a condicionar mi vida. Que realizaría también lo que los demás hacen. La lucha canaria es un ejemplo de ello. Quiero probarlo todo", comenta. "No me siento una persona especial. Me integro en cualquier actividad como el resto. He practicado esquí, rapel, karting, vela, natación, parasailing, ... me atreveré con todo lo que hacen los demás. Esto no ha hecho sino comenzar. Por cierto cuando hice esquí, acompañado por un instructor, tuve una caida espectacular y mi cabeza se clavó en la nieve. Fue muy divertido pero no tengo foto del momento. Habría estado muy bien. Fue un buen talegazo", comenta en tono jocoso.
No conoce personalmente a Enhamed aunque "sé que gana un montón de medallas siempre", y tiene referencias del también ciego grancanario Miguel Déniz, un nadador pionero en el deporte adaptado. Sus objetivos, en cambio, están condicionados por el nuevo rol que asumirá en la Universidad. "Me gusta la lucha pero quiero hacer mis planteamientos año a año. No me pondré objetivos a largo plazo", manifiesta ante la atenta mirada de su padre. "A mi madre le puedo dar una alegría", bromea, "porque es la que siempre me está preguntando cuándo dejo este deporte. No le gusta la lucha quizá porque cree que me puedo dar un golpe; aunque a mí me ha hecho disfrutar de buenos momentos. En nuestro equipo", añade, "impera la unidad. Somos un conjunto compacto en todos los sentidos desde la primera a la última silla".
M.B.