El Gran Canaria alcanzó en Bilbao su primera victoria como visitante, incluso con el equipaje reserva prestado por los locales. Aún así, nadie perdió la orientación deportiva en el encuentro.
Esta es la imagen de la semana. Sitapha Savané, el capitán del Gran Canaria, yace en el suelo con el equipaje reserva del Bilbao. Un jugador del equipo local le tiende la mano. En multitud de ocasiones, la competición hace que se pierda la perspectiva real del deporte. Bilbao y Gran Canaria, por suerte, aún no lo han hecho. Ambos conjuntos han sabido entender que el rival no es un enemigo. Todo lo contrario, el rival suele ser el segundo elemento más importante para que el espectáculo continúe.
La rivalidad es lo que ha hecho que las canchas de este deporte se llenen en los últimos años y lo que ha hecho grande a este deporte. La mayor emoción del baloncesto radica en la resolución de un encuentro con una simple canasta en el último segundo. Josh Fisher, creador de una canasta mágica para hacer vencer al Granca en Manresa hace dos temporadas, no pudo rescatar el favor que le había hecho a los amarillos entonces. El sábado, defendiendo el escudo bilbaíno, su triple inextremis sobre la bocina final no alcanzó el objetivo de embocar el aro. Y el Gran Canaria sumó su primer triunfo de la temporada como visitante en la competición doméstica (72-75).
Juan Pedro Borrego