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Joan Pera, veinticinco años de fidelidad

Primero jugador y ahora delegado del Gran Canaria 2014 cumple un cuarto de siglo de estancia en el club isleño al que llegó, procedente del RCD Espanyol, en busca del ascenso

  • GENTE CON DUENDE
  • 07/08/2011 - 01:43

Llegó a Gran Canaria "para comprarme un coche", comenta en tono de broma Joan Pera Vila. Pero el actual delegado de la primera plantilla del CB Gran Canaria ya acumula en la Isla 25 años, un cuarto de siglo vinculado a la entidad con la que, como jugador, logró dos ascensos y sufrió dos pérdidas de categoría. "Con este club voy a ciegas", comenta cuando está a las puertas de celebrar su particular bodas de plata claretiana. Pera Vila (Calella, 15 de octubre de 1960) lo tiene todo en la isla: casado con la grancanaria Carmen García; su hijo, Joan, con el privilegio de mantenerse en el deporte y en el club por los que se confiesa ser un apasionado.

La idea de que Joan Pera dejara la península "partió de Joaquín Costa", confiesa. El actual delegado del club, puesto que tomó relevando a Miguel Ángel López ‘Langue' en el año 1995, se unió en el verano de 1986 al entonces Claret con el objetivo de recuperar la plaza ACB recién perdida. En el RCD Espanyol "tuve problemas personales y deportivos. Necesitaba salir fuera y volver a coger ritmo de juego. Mi intención era estar un año aquí y luego volver a Cataluña para proseguir con mi carrera".

Pero al final, ese regreso a la tierra natal se ha demorado en el tiempo hasta tal punto que se ha olvidado. Joan se ha convertido en un canario más, eso sí, con sentimientos cules, porque las raíces nunca se pueden obviar. Desde aquel 1986, ya han pasado veinticinco años. "Me he comprado un coche, una casa, estoy casado, tengo un hijo, etc. Salvo esos problemas personales, en Badalona me encontraba bien. Pero en Gran Canaria descubrí todo lo que necesitaba; y gracias a Dios, después de todo, sigo ligado a lo que me gusta: el baloncesto", expresa.

Después de seis años como integrante profesional del conjunto amarillo y sufriendo las consecuencias de un club ‘ascensor', en 1992, con 32 años, decidió retirarse y aceptar la oferta del club para quedarse dentro de su organigrama, que ya empezaba a pensar en un futuro más profesional contando con sus servicios. Pera había desestimado otras ofertas de la Península para seguir en activo y mantener un sueldo superior al que podía tener en Gran Canaria con labores de intendencia en el club claretiano. "Fue una decisión arriesgada de la que no me arrepiento".

Después de tres años en los despachos y completando su compromiso con el club trabajando con los jóvenes de la cantera, en el último ascenso en 1995 se le ofrece ocupar un puesto profesionalizado en la entidad, la de delegado del primer equipo. De su antecesor, Langue, Joan Pera está convencido de que "hacía un gran trabajo". Pero "eran otros tiempos, en los que el club no podía permitirse profesionales en todos los campos. La labor de Pepe Moriana y Lisandro en aquellos momentos, manteniendo el club sin apenas dinero, fue notable. Pero llegó un momento en el que se decidió profesionalizar más la entidad. Y entonces me propusieron hacer las funciones de delegado y acepté".

EL FACTOR DEL ÉXITO

Hoy en día, Pera Vila es la única pieza que ha permanecido invariable en la plantilla desde su último ascenso. Ante él ya se han rotado todas las posiciones del organigrama deportivo del club: tres entrenadores (Hussein, Martínez y Maldonado), muchos jugadores y hasta directivos. Su mimo y atención a cada uno de los jugadores y el afán de colaboración con el resto podrían catalogarse como parte de los secretos del Gran Canaria en estos dieciséis años continuados en la máxima categoría. Pera sólo tiene momento para ser servicial, e incluso descuida su propia historia. "No guardo ni una foto mía de tantos desplazamientos o de mi etapa como jugador", confiesa.

Sus inicios administrativos fueron complicados. "Había que hacer todo a base de teléfono y era muy complicado elegir bien. A base cachetones se va a aprendiendo", comenta. En su primer viaje como delegado "me quedé dormido; y en Madrid, en una ocasión, nos quedamos jugando a las cartas y se nos fue la hora del vuelo. En realidad, tenía en el plan de viaje que el avión salía a las 7 de la tarde, pero cambiaron el vuelo y no nos avisaron y salió a las 4. En esa ocasión Dios estuvo conmigo. El aeropuerto de Orense, a donde íbamos, estaba paralizado por el mal tiempo; organizaron unos charters para colocar a gente cuyos vuelos habían sido cancelados; y en uno de esos entramos nosotros".

Su amor por el baloncesto y su fidelidad al Gran Canaria le permiten pasar por el alto el gran trajín que supone subirse a dos o más aviones prácticamente cada semana para recorrer una infinidad de kilómetros que no se atreve a sumar. "Al principio, te lo tomas con resignación. Si hay que ir a Rusia, se va. Mi única preocupación está cuando nos quedamos atascados en cualquier aeropuerto fuera de la Isla. Entonces vienen los problemas de verdad. Un equipo de baloncesto no puede quedarse en cualquier hotel. Necesitamos medidas especiales. En esos momentos es cuando los nervios ya empiezan a saltar", explica.

El viaje más complicado de los que recuerda es ir a Turquía, por el visado y por el tráfico de las ciudades. "En Estambul, del hotel al pabellón se tarda una hora y media de guagua. Si a eso le sumamos la hora y media antes para el calentamiento, pues se hace muy pesado. Después llegas al pabellón, despistado, empieza el partido, te las meten por todos lados, y pierdes de veinte", comenta con resignación, a la vez que confiesa que "gracias a Dios, hemos tenido, a nivel general, suerte en los viajes".

LITUANIA, CRISOL DE AVENTURAS

De entre las múltiples anécdotas que se encuentran en el cuaderno de notas del delegado amarillo, recuerda como "en Lituania, con todo nevado, tuvimos que hacer grandes esfuerzos para llegar desde el aeropuerto a la guagua cargados con las maletas. Una vez en el hotel, me di cuenta de que me había dejado olvidado el maletín en el aeropuerto. En ese maletín estaban todos los documentos de los jugadores. Perderlo era catastrófico. El delegado del equipo local entonces, el Lietuvos Rytas, me llevó hasta el aeropuerto para ver si lo conseguía recuperar. Pese al frío, en el trayecto no paraba de sudar. Por suerte, alguien lo entregó y allí estaba, intacto".

La nieve forma parte de las múltiples experiencias y aventuras que se viven en estos viajes. "Muchas veces en Europa, cuando pedimos hielo, nos mandan a alguna cafetería fuera del pabellón. Es surrealista pensar que estas cosas aún pasan. Nosotros aprovechamos la nieve que hay en los alrededores, que aparte de ser gratis es perfecta para aplicarla en los jugadores. No obstante, no es una situación idónea para un equipo profesional verle en la calle recogiendo nieve", comenta Joan.

HELADOS EN EL HOTEL LITUANO

En Siauliai, en Lituania, ha sido "el peor de los lugares a donde hemos ido", asevera. "Nos metieron en un hotel sin calefacción en pleno invierno. Nos dijeron que el hotel donde nos tenían que hospedar estaba ocupado. Nos quejamos a la Eurocup, y entonces llegó el director general del club enfadado. Cuando le dijimos que el hotel era frío, nos contestaba que si queríamos nos darían más mantas. Le preguntamos por el agua para la cena, y nos dijo que de eso no había allí y tuvieron que ir a comprarla a ni sé cuántos kilómetros de distancia. Y de la comida, ni te cuento. Fue lamentable".

Hay cosas que Joan Pera no puede contar. El secreto profesional se quedará en su libro de anécdotas privado, en el que él sólo sabrá de qué manera se hicieron relevos en el equipo a la sombra de la prensa, como el de Alessandro de Pol, un prometedor alero italiano que no llegó a terminar la campaña 2002/03 porque su objetivo era jugar para contar para su seleccionador en el Europeo de ese año. Al final, De Pol fue medalla de bronce en Suecia.

STEWART, MORTON, GOREE, ...

Desde su llegada al puesto de delegado del primer equipo ha tenido que lidiar con 62 de los 70 jugadores extranjeros que ha fichado el Gran Canaria, en su mayoría de nacionalidad estadounidense. De todos ellos, se queda entusiasmado con la clase que demostraron Gregg Stewart, del que fue compañero, John Morton o Marcus Goree, aunque este último después de que tras un tiempo, "Pedro Martínez le apretara las tuercas seriamente". Muchos de ellos le han dado auténticos quebraderos de cabez, que sólo su paciencia y conocimientos de la realidad de cada jugador le han permitido soportar. "En determinadas ocasiones da la impresión de que en Estados Unidos las cosas deben funcionar de otra manera. Es incomprensible que te llamen a las tres de la mañana o así porque se les ha saltado una palanca de la luz de la casa y no saben subirla; o que se les pique un neumático en el Sur y no sepan cambiarlo. En la cancha son my buenos, pero fuera...", comenta.

Los seis pisos propiedad del club le han ayudado mucho a la organización y control de estos jugadores. Sin embargo, no todo es color de rosas. "He de reconocer que a veces los extranjeros ocasionan problemas a los vecinos. Ellos tienen otra forma de entender las cosas. No es que hagan demasiados desmanes o fiestas. Por ejemplo, hace unos años, como viven en la misma planta y casi puerta con puerta, se ponían a ver los partidos de la NBA o de otros deportes norteamericanos de madrugada; dejaban las puertas abiertas y cada uno desde sus casas hacía comentarios a grito pelado".

EL JUGADOR QUE FUE

Como jugador del Gran Canaria, Joan Pera participó en dos ascensos a la Liga ACB, pero también estuvo en el mismo número de descensos. Jugó con los amarillos un total de 112 partidos en la máxima categoría, muchos más que los que sumó en su año de estancia en el Español, "a donde llegue como estrella, pero apenas jugué, y reconozco que por culpa mía", o en las dos campañas en el Licor 43. En total fueron 184 partidos ACB, a los que habría que sumar los que jugó con el Cotonificio o el Miñón Valladolid en la Liga Nacional.

Aunque confiesa que ya no ve el baloncesto de la misma manera en el que lo hacía antes, Pera Vila considera que en estos momentos, este deporte "ha evolucionado técnicamente. La gente de ahora bota mejor y juega más que la de hace unos años. Ya no es tanto ir hacia la canasta a lo bestia. Creo que estamos volviendo a los jugadores de antes", comenta mientras pone como ejemplo de esta evolución a Jaycee Carroll. "Yo hacía tiempo que no veía un jugador tan técnico como él", añade.

EL MOMENTO TRÁGICO

En estos veinticinco años, Joan Pera ha tenido tiempo para hacer grandes amigos en la Isla. Uno de los mejores, si no el mejor, fue el tristemente desaparecido Eduardo Polo. Cuando le dieron la noticia estaba en la Península "y pedí por favor que no bromearan con eso". Fue el golpe más duro de su estancia en la Isla, "porque Eduardo era algo más que un técnico de la cantera. En su entierro se demostró lo que él significaba no sólo dentro de la cancha, sino fuera de ella. Era una persona muy querida. El palo fue enorme para mí, porque él era mi mejor amigo, pero también lo fue para mucha gente".

Y ahora, en estos momentos también complicados para el club, Pera ve el nuevo pabellón como una luz de esperanza. "El Palacio Multiusos, aparte de algo beneficioso para la Isla, debe servir para hacer un planteamiento diferente en el club. Ahora es muy complicado hacer cosas en el Centro Insular de Deportes. Pero estoy convencido de que los que están proyectando y construyendo el nuevo pabellón tengan en cuenta los errores cometidos con el Estadio de Gran Canaria y el fútbol. Cuando se tenga el Palacio es muy probable que el baloncesto se acerque económicamente a la gente y que el club se beneficie de ello para seguir creciendo".

Su futuro personal, seguirá siendo tan incierto como lo fue el primer día en que pisó la Isla. "Todo va a depender de lo que quiera el club. Yo siempre me he sentido bien atendido y voy a aceptar lo que ellos decidan. Yo estoy muy a gusto con lo que estoy haciendo en estos momentos" y así espera seguir, si fuera necesario, veinticinco años más.

Juan Pedro Borrego

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