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El nuevo amanecer del fútbol de Las Palmas

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  • 29/03/2012 - 17:52

Antonio De Armas nos muestra una perspectiva desde una óptica tan documentada, capaz de percibir sonidos, olores e imágenes de un momento de gloria del deporte grancanario, que este domingo 1 de abril de 2012 celebra el cincuenta aniversario de la gesta de la selección juvenil. Entiende que aquellos siete emocionantes partidos se convirtieron en un nuevo amanecer del balompié de la provincia oriental de Canarias. Así lo percibe el consejero e historiador de la UD Las Palmas:

"El éxito de los Diablillos Amarillos significó un nuevo resurgir del fútbol canario. La década de los cincuenta había resultado espectacular y esplendorosa con grandes equipos y extraordinarios jugadores en España: Di Stéfano, Kubala, Alfonso Silva, Ben Barek, ... Esa etapa tendría su culminación al finalizar la temporada 1959-60. En Las Palmas, como consecuencia del descenso de nuestro equipo a la Segunda División, se produjo la contratación de los servicios del técnico Casimiro Benavente, que también avaló la incorporación de numerosos jugadores foráneos que no aportaron una regularidad a la Unión Deportiva, salvo excepciones como Vegazo, Ardura, Collar, Ríos, ... La consecuencia es que se produjo una clara división entre la afición y el club, apreciada en el abandono de las gradas del Estadio por parte de los socios de manera paulatina. Presidía la entidad Juan Trujillo Febles".

Tras ese breve preámbulo en el que De Armas dibuja la situación pre natalicia de la generación diabólica avanza las medidas adoptadas que resultaron acertadas: "La Federación de Las Palmas contrata a la par los servicios de Luis Molowny y Antonio Velázquez, quienes comienzan a desarrollar un arduo trabajo. Cierto es que con dos selecciones deslumbrantes (1959-60 y 1960-61) fuimos eliminados en el Campeonato de España por Tenerife, nuestra bestia negra en aquella época. Sin embargo al año siguiente, con un equipo más conjuntado y sin ser una estrella rutilante, sí emanaba en ellos una luz permanente que sirvió para iluminar el camino del éxito".

"¿Por qué el resurgir?", se pregunta el historiador del club de Pío XII. "Aquel nacimiento de la selección juvenil (foto superior) también trajo consigo la devolución de la hegemonía regional con el primer triunfo ante Tenerife", un hecho muy importante que sirvió como despertar del alicaído aficionado. "Produjo aquello un fervor popular y una reacción en los grancanarios que se incrementaría con las dos victorias sobre Cantabria, tanto la del Insular como en el Sardinero. Los aficionados ya se percataron de que con aquel equipo se podría llegar a la final del torneo".

CUATRO MOMENTOS DE EUFORIA
En poco tiempo se pasó del letargo a la euforia, valora Antonio de Armas: "Entendemos que nuestro fútbol ha producido cuatro momentos de euforia ciudadana a través de la historia. Éste de los Diablillos fue uno de ellos. El primero lo localizamos en el partido del Málaga, el del ascenso del 8 de julio de 1951. Luego se repitió en el ascenso de 1954, en Tenerife, porque sin ser tan vivido y pasional como el primero en el Insular, también tuvo una repercusión enorme el regreso de nuestros jugadores. El tercer momento es el de los Diablillos, como ya hemos dicho, porque aportó algo nuevo, por el valor primigenio del título juvenil. El cuarto es más reciente. A pesar de que estábamos en Segunda B, aquel ascenso con Pacuco Rosales fue extraordinario, quizá por los cuatro años de padecimientos y por lo que significó antes el esfuerzo ciudadano en la reconversión del club en sociedad anónima deportiva. Hombres, mujeres y niños se echaron a la calle por una causa que provocó momentos realmente indescriptibles y emotivos".

Cuando actuaban los juveniles del 62 algo grande pasaba en la ciudad. "Fueron días apoteósicos. Se jugaban los partidos los domingos por la mañana; íbamos al estadio con las banderas ondeando al viento, aquella luz mágica en todo el recinto, las pancartas, la orquesta de Mejías amenizando, los riqui racas de Manolo el Pipi, ... Había una efervescencia ambiental en el Estadio Insular, que nos hacía partícipes con el sentido visual y olfativo ... aún recordamos la fragancia de aquel césped".

En ese escenario fue donde se desarrollaron parte de las gestas de los Diablillos, pero De Armas recuerda el momento crucial de cada partido cuando "desde el túnel hacía la salida los jugadores grancanarios. Aquello era espectacular entre tracas, voladores, las sirenas de los barcos, ... era la música inicial del partido".

EL SECRETO DE MOLOWNY
"Existía una participación emocional que se percibía en el ambiente con la figura de Luis Molowny, que generó una empatía popular. Pues aunque se trataba de una persona retraída, de una conversación balsámica, el secreto al margen de su caballerosidad y leyenda deportiva, era que el jugador bajo sus órdenes tomaba sus propias decisiones sin ser restringidas. Es decir, provocaba en el jugador su propia creatividad", advierte el historiador.

"Antonio Velázquez y Molowny formaron un maridaje perfecto. Se aunó en el banquillo la creatividad de Molowny con la sapiencia empírica de Velázquez, que provocaron efectos letales en la decisión de los triunfos".

De Armas considera a la camada de los Diablillos Amarillos como la mejor que ha aportado el fútbol canario a través de su historia, en edad juvenil, aunque "hacer una valoración general resulta muy complicado. Hemos de recordar que todos los clubes de aquella época eran de la UD Las Palmas. Nuestra cantera estaba protegida por el derecho de retención y los jugadores se contrataban para toda la vida. El equipo base de la selección campeona en 1962 pasó al completo por la Unión Deportiva; uniéndose a otros juveniles de gran nivel que les precedieron como Tonono o Guedes, con José Cristóbal Correa. Quedaban en el equipo también veteranos ilustres como Ulacia, Oregui o Aparicio; y así se fue fraguando un equipo bisagra hasta configurar aquella gran plantilla con la llegada de los jugadores tinerfeños: José Juan, Gilberto II y Martín II. La reincorporación de Luis Molowny, como entrenador, enlazó todas estas piezas con sus pupilos".

Aún hoy, cincuenta años después, el consejero de la UD Las Palmas rescata un hecho que no deja pasar inadvertido. "Por la mañana, cuando actuaban los juveniles, se producía aquel lleno, aquella fiesta en el Estadio Insular. Por la tarde le tocaba el turno al equipo profesional con un escenario medio vacío. Este hecho nunca se había producido en el fútbol canario y sintetiza el significado que alcanzó aquella selección que nos ha conmovido durante tantas décadas".

Fotos: Antonio de Armas / Historiador de la UD Las Palmas

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