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Opinión

  • El episodio Jonathan Viera ha llegado a su fin. Todas las partes han sido víctimas de lo que es el fútbol actual. La parte negociadora de la UD Las Palmas, a través de su presidente Miguel Angel Ramírez, reconoció que no era deseo de proceder al traspaso del jugador. "No lo hemos puesto en venta en ningún momento". E imperó, sin embargo, la decisión del propio jugador en conjunción con la apuesta económica del club chino de destino para el final ya conocido de su segunda etapa en el club.

    Llegado a este punto, Viera ya se ha marchado. Y no queremos olvidar ahora que en su paso por la UD Las Palmas todo ha sido beneficioso: Primero ventiló en 2010 el aire del equipo con su emblema canterano y su fútbol desenfadado. Un jugador con propio sello. Después, tras dejar dividendos en una primera venta, fue partícipe a raíz de 2015 del sexto ascenso a la Primera División y de dos permanencias consecutivas en la misma. Y ahora en 2018 deja un gran listón económico, que es nuevo récord (desconocido oficialmente) en la entidad.

    Todo Viera, en suma, se ha teñido con el color verde en la UD Las Palmas. No dejamos de subrayar que fue el último internacional sub'21 del club y es el más reciente internacional absoluto fabricado y propiedad de la casa rompiendo el vacío que se había generado tras aquel debut de Gerardo Miranda. Viera ha hecho y dejado mucho más de lo que se le habría esperado, aunque también es cierto que el club grancanario le compensó económicamente como merecía.

    Habría sido ideal que hubiese tenido la oportunidad de despedirse en persona de todos sus fans; poder decir adiós a aquellas personas a las que ha hecho felices. E, insistimos, cualquiera en su situación habría dado el sí por muy complejo que pueda parecer abandonar la nave en aguas turbulentas. No ha viajado a China; ha ido a otro planeta que muchos sueñan.

    La marcha de Viera no es garantía de nada, porque las individualidades no hacen un equipo por sí solas. Y lo que la UD necesidad desde hace más de un año es eso, un conjunto. Sin embargo, en la hora de su despedida merece la pena rescatar sus propias palabras para rebotarlas en dirección a China. "Gracias por todo". Y añadimos, "aquí seguirá tu casa".

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