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Opinión

  • Sería un ejercicio hipócrita comentar ahora que lo ocurrido en el Heliodoro Rodríguez López no se ha venido escribiendo en los últimos días, en las últimas semanas, en las últimas temporadas. Pep Martí sabía más del derbi canario que su colega Quique Setién, que resultó ser el primer sorprendido cuando durante y después del partido de Maspalomas, ida, protestó públicamente por lo que había presenciado del rival. Sin embargo, 24 horas antes decía en rueda de prensa que esperaba un partido de rivalidad "normal". Falló el pronóstico porque era técnico de estreno en estas citas. No sabía del ojo morado de Revert, de la nariz rota a Herner (imagen inferior) y de las acciones que tristemente han derivado en estos días amistosos.

    El derbi Las Palmas-Tenerife no es diferente a tantos otros partidos de rivalidad que se conocen en la geografía española. Entradas duras, gestos antideportivos y, normalmente, el pequeño -léase el que tiene peor categoría- tocando las cosquillas al que más tiene que perder -léase, el de superior entidad-. Eso ocurrió siempre así. Además, Las Palmas le ponía a este clásico veraniego un aliciente más, que es su fútbol trenzado, de toque, manejando el balón, el reloj y al rival.

    Todo ello era un caldo de cultivo que se regó con las declaraciones de los días previos de algunos blanquiazules, anunciando lo que podría pasar porque "cada balón es como el último", dijo Suso. Así que el pisotón de Crosas a Boateng en la primera jugada, los recaditos siguientes con miopía arbitral, el codazo en la boca del estómago de Vitolo a Momo, etc ... el partido del Heliodoro estaba dentro de su absurda normalidad. De ensayo ya valía poco también, porque el Tenerife no iba a mostrar una posición en el campo como, por ejemplo, exhibió el Cagliari el pasado domingo. Ya subrayábamos la actitud deportiva de los italianos, aceptando responder a Las Palmas con fútbol pese al baño que recibían en el campo de juego de Maspalomas.

    La realidad es que, por unas cosas u otras, el derbi doble de 2016 se va a recordar por un puñado de duras entradas, tres tanganas, cabreo singular de los técnicos y un sinfín de lamentables mensajes, como el ‘písalo, písalo' de un sector de la afición del Heliodoro cuando iba a ser atendido Borja Herrera, tras una dura entrada también. O la grotesca imagen de un equipo celebrando una derrota -perdió el partido- con un compañero en el hospital presuntamente lesionado y tras bochornoso espectáculo.

    Lo mejor es que, felizmente, no queda otra pérdida que la buena intención de los organizadores y de los dirigentes de ambas entidades. Pero el fútbol canario tiene que aprender de otras latitudes, donde los derbis se dejan para las situaciones reales del campeonato, que bien propone Setién. No vemos en el calendario de pretemporada un Sevilla-Betis o un Atlético-Real Madrid, por ejemplo.

    Hay cosas que deben estudiarse para que vuelvan a su sitio. Hoy el Tenerife está para ver la próxima vez el escudo de la UD Las Palmas en la televisión. Hay mucho en juego y los amarillos son los que pierden en estas lides ... aún ganando.

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