Publicidad

Opinión

  • Cuando se dan situaciones como las que se han vivido en el Estadio de Gran Canaria este domingo 22 de junio de 2014,  se busca un culpable en el prójimo. En este caso, más de mil culpables, los impresentables que saltaron a las pistas desde el graderío, invadieron el campo, pararon sin permiso el espectáculo e interfirieron en la historia de la UD y de la Isla. Pero, sin restar un grano de culpa a toda esa gente con la que ahora nadie comparte su forma de actuar, debemos reconocer la parte que a cada uno de nosotros nos corresponde. Esos a los que ahora señalamos como culpables son, desgraciadamente, producto de nuestra creación, de nuestra sociedad. Género de nuestros granados aplausos, que ahora nos sacan los colores ante todo el mundo.

    Una sociedad que cada vez más pierde el respeto a los valores es el inicio de un futuro apocalíptico. De ello seremos responsables si no dejamos de poner las primeras piedras. Lo del Gran Canaria sólo ha sido una pequeña entrega de lo que padeceremos si no empezamos desde ya a dar una vuelta al timón de la educación desde la parcela que a cada uno nos corresponda.

    Saltar al campo. Tomar protagonismo inmerecidamente. Faltar el respeto a un rival que aún no estaba completamente derrotado. Incumplir las normas de conducta. Invadir. Hacerte dueño de lo que no te corresponde. Desoír las indicaciones de quienes te dirigen. Son todos ellos pequeños síntomas de una sociedad inconsciente, a la que le importa un pimiento las consecuencias de sus actos.

    Esta es la cruel realidad que cada vez más nos encontramos en nuestra sociedad, una sociedad que cada año tropieza en la misma piedra y que denuncian los informes educativos de la Comunidad Europea. Es cierto que individuos como los que este domingo se lanzaron a las pistas de atletismo del Gran Canaria, a proclamarse triunfadores de una batalla que aún no había concluido, aún son minoría. Pero su forma de actuar hace mucho, muchísimo, daño, y, en ocasiones, arrastra a otros, a seguir sus pasos equivocadamente. Todavía queda mucha gente sensata, mucha gente que necesita respaldo desde las instituciones para no quedarse en minoría en el futuro.

    La mejor solución es la educación. Potenciar el trabajo desde la escuela, con la selección del profesorado adecuado y posibilitándole las herramientas necesarias que hagan fructificar su trabajo.

    Desde las escuelas deportivas también hay una labor importante. No es de recibo ver cada vez más problemas en los terrenos de juego protagonizados por los padres, técnicos o ‘deportistas’, o ver a algún adulto abuchear una entrega de premios porque no haya deportistas de su club en el podio, como presenciamos ‘in situ’ en el recién celebrado Campeonato Territorial Benjamín de Natación.

    Todo se junta en el peor momento; y el daño es tan enorme que la herida abierta hace emanar sentimientos contrarios a los que cualquier canario puede tener para conservar su identidad. La vergüenza por lo ocurrido es enorme; y el sentimiento de culpabilidad mayor.  Si no actuamos de inmediato, eso de sí de una manera pacífica y democrática, para evitar que esto y otras cosas peores puedan volver a ocurrir, Canarias no nos merece a ninguno de nosotros.