Un difícil reto a modo de terapia

Manuel Borrego

Cada partido de la UD Las Palmas de este inicio de temporada se está convirtiendo en una oleada de interrogaciones abiertas. ¿Qué equipo jugará?, ¿qué sistema empleará?, ¿cuál será la respuesta en el campo de juego?, ...

Demasiadas preguntas reiteradas en una competición que tiene y velocidad de crucero y que no permite el error, penalizándolo gravemente.

Las Palmas acude también así a Villarreal para visitar a uno de los habituales torpederos de la Liga. Allí alcanzará el primer cuarto del calendario en un contexto complicado, partiendo desde la incómoda posición de descenso. Pero posiblemente también pueda convertirse en ideal escenario para lograr una hazaña y armarse moralmente para la reacción.

Lo dice el propio Ayestarán: lo prioritario en esta situación es el estado anímico del grupo. Si lo ha subrayado justo antes de la salida hacia orillas del Mediterráneo es precisamente porque tendrá motivos suficientes como para estar preocupado. No sólo son resultados, tampoco es exclusivamente el problema de la intermitencia en el juego, es la frágil moral que el grupo ha mostrado desde que le llega la primera adversidad. En su etapa, ocurrió así en la segunda parte frente al FC Barcelona y a raíz de los dos primeros goles del Celta.

Y aunque el técnico no ha avanzado nada de su próxima propuesta, previsión de novedades en el once parece lo más cierto. La mejoría de Vitolo y el estado de gracia de Remy, que salieron desde el banquillo contra los celestes gallegos, permite a la UD Las Palmas la posibilidad de ventilar sus bandas.

Tener o no el balón, defender de forma armónica, solidaria y colectiva, acertar las ocasiones en mayor proporción ... Por el acierto en esos parámetros pasará el encuentro, que es primero de las dos salidas oficiales de la próxima semana.

El de Villarreal, pese a la dificultad teórica, es un partido terapia para el equipo. O, de lo contrario, un rodillo más en la tortura.