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La jueza Irene, una mujer valiente

Valsequillera, con 1,50 de estatura y 48 kilos de peso, se estrena en los terreros de Gran Canaria. "Me veo algún día pitando en Primera" dice mientras comprende un mundo rodeado por la "falta de objetividad"

  • GENTE CON DUENDE
  • 25/12/2014 - 12:56

Manuel Borrego

Cuando el padre de Irene Quintana (20 de octubre de 1988, Valsequillo) tuvo conocimiento de que su hija había decidido coger el silbato, el cronómetro y la vitola para ir a los terreros de lucha canaria como jueza arbitral, le trasladó unas palabras de ánimo a modo de consejo: "La grandeza no reside en el tamaño, el peso o un cuerpo grande; la grandeza de las personas está en ser fuertes y luchadores", le razonó.

Irene siguió la huella de estas palabras. Se ha convertido a partir de esta temporada en la segunda mujer, junto a Laura del Toro, del colectivo arbitral de la lucha en Gran Canaria. Mide 1,56 y apenas pesa 48 kilos, aunque "tras las comidas de Navidades espero llegar a los 50 kilos", nos señala con gracia. Ella está a punto de finalizar la carrera de Educación Física y ha decidido vincularla con el deporte vernáculo en su vertiente arbitral. Ese mundo de hombres con poderosos físicos, de mañas, abundante picaresca y en muchas ocasiones desleal con el reglamento (el objetivo de la victoria es la prioridad) es el lugar donde la jueza Irene ha elegido colocarse en su epicentro. Y lo hará en un futuro en solitario.

"Yo trato de comprender a todos cuando estoy en el terrero", señala en su reportaje con Tinta Amarilla. "Me pongo en su lugar porque también estuve en la grada y trataba de influir al colegiado con mis palabras. He ido antes a la lucha canaria para ver algunas veces al Almogarén. Pero todo ello no me va a influir: me ausento y no oigo nada cuando estoy dirigiendo una luchada. Solo estoy atenta a señalar lo justo. Lo demás no me afecta", argumenta.

La pérdida de la objetividad popular

La colegiada valsequillera está, de momento, en operaciones de categoría cadete y juvenil, antesala de las luchadas seniors en las competiciones de Gran Canaria. "La lucha canaria, a diferencia de otros deportes donde se anima a los deportistas, es demasiado forofa en las gradas. Las opiniones sobre las agarradas están condicionadas por el color de los equipos. Es verdad: no se animan; protestan intentando la influencia de la opinión sobre el colegiado. Se lleva a un plano en que se pierde totalmente la objetividad. Ahora me he dado cuenta de muchos detalles vistos desde dentro. Los colegiados debemos entenderlo para poder ofrecer la mejor decisión, la que corresponda".

Irene eligió el deporte tradicional de los canarios tras un paso anterior como jugadora de fútbol sala. Había participado como ala en el club Fuente Umbría de Valsequillo, Planada del Cruce de Arinaga y el Aguas de Teror. Pero "estudié y practiqué en la carrera la lucha canaria como asignatura. Cuando salía a la arena yo era la más menudita de la clase; tenía pocas mañas que hacer a mis compañeros. Me sentí más cerca con lo nuestro que con otros deportes colectivos, donde existe también más violencia. Por eso tomé la decisión de realizar el curso de colegiado". Un gremio el suyo que esta temporada ha recuperado savia nueva con varios nuevos valores, siendo ella la única fémina que ha tomado la decisión de salir a escena. El de Irene es un gesto poco habitual, que habla de sus agallas deportivas. "No comparto la idea de que Laura del Toro -también colegiada- y yo hagamos grupo. Somos iguales que el resto de nuestros compañeros. Es una lástima que un deporte como este, en el que hay que tomar decisiones importantes en poco tiempo, no exista la posibilidad de dirigir las luchadas al menos con otro compañero. Porque la consulta es fundamental para acertar en las decisiones".

"Me veo pitando en Primera"

Por su juventud, sus ganas de aprender y capacidad de análisis del nuevo contexto, Irene también reflexiona sobre el reglamento que ahora aplica en los campos de lucha de Gran Canaria. Se ha percatado de que, al aplicarlo, pueden encontrarse algunas incoherencias. "Hay cosas que no entiendo bien porque quizá se han de regular mejor. Ahora mismo se me ocurre una de ellas: el reglamento impide que un mandador dialogue con el colegiado; en este caso lo hace el capitán. Sin embargo, permite que un capitán sea a la vez mandador. ¿Entonces: qué sentido tiene la norma?. Y así algunas cosas más que no acabo de comprender bien".

Tiene mucho trabajo personal por delante. Y retos. "Ahora estoy en mi etapa inicial, pero me veo en el futuro pitando una luchada de Primera. Mi etapa es la de acumular experiencia en los terreros, paso a paso. Mis compañeros me tratan muy bien. Siempre recibo un consejo, me arropan. Me piden que les consulte en las luchadas (acude a los encuentros juveniles acompañada por un árbitro de máximo nivel), que esté tranquila, que levante la mano cuando necesite ayuda". Esa solidaridad le congratula.

No esquiva su propio mundo: "el aficionado trata de intimidar al árbitro con sus protestas. El árbitro tiene que ser justo en su decisión". Mantener el equilibrio de esa balanza es la herramienta con la que la novedosa colegiada seguirá en 2015.

Y siempre le queda una válvula para su evasión personal. Los ratos libres, tras el estudio, el arbitraje y echar una mano en el negocio familiar, se los dedica a Hateya: "toda la vida quise tener un caballo. Es una yegua, cuyo nombre es indígena de América y significa la huella en el camino". Las suyas comienzan también a dibujarse en la dura senda arbitral.

 

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